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Después de vivir encerrada en un zulo varios años, Chispa se unió en 2016 al Comando para ser feliz para siempre. Nunca sabremos su edad, pero tendría dos o tres años cuando la adoptamos.

Durante los primeros años de su vida, Chispa nunca vio la luz del sol: vivía encerrada en un zulo con otros perros, entre ellas su madre o su hermana, Perla, y cuando la rescataron tenía tanto miedo que quería morder a todas las que se acercaban a ella. Tendría dos, tres años… ¡quién sabe! Demasiados para no haber sido nunca feliz.

Cuando la adoptamos tenía tantísimo miedo… todavía recuerdo sus primeros días, cuando se escondía bajo una mesa, vigilándonos a todas desde su parapeto. Luego decidió acercarse a mí, a una distancia prudente. Y cada día avanzaba un poco más, hasta llegar a subirse al sofá para sentarse, totalmente rígida, en mi colo. Cuando recuerdo esos días ahora se me escapa una sonrisa, ¡porque duraron tan poco! ¡La loca que estaba agazapada debajo salió para no volver a esconderse llenando nuestra manada de juegos, de alegría y de mucha locura!

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